LA IZQUIERDA EN LA TEORÍA DE LA IZQUIERDA
Mg. Ricardo Falla Barreda
Corrían los días del preámbulo de la revolución francesa, cuando los miembros de la Asamblea constituida por dos grupos políticos claramente diferenciados: los girondinos, defensores de la monarquía, y los jacobinos, defensores de la república, decidieron ubicarse cara al presidente a la derecha los primeros (girondinos) y a la izquierda los segundos (jacobinos). Esta ubicación, más el surgimiento del movimiento socialista en Francia como en el resto de Europa en los primeros lustros del XIX, permitió el surgimiento de dos tendencias históricamente determinadas en razón a las reivindicaciones sociales de los trabajadores del campo y la ciudad así como de los marginados y excluidos en su totalidad: la derecha, defensora de los intereses del capital, y la izquierda identificada con las reivindicaciones del trabajo.
La fundación en el siglo XIX de los partidos socialistas y comunistas en Europa trajo consigo el diseño de un nuevo escenario para los intelectuales, en particular para los escritores y artistas. Este escenario significaba observar activamente la realidad social y cultural como una recurrencia capaz de formar una imagen artística lo suficientemente significativa de valores estéticos.
Mientras en Europa el agudo conflicto irresuelto entre el capital y el trabajo, entre la opulencia de pocos y la pobreza de muchos, determinaba la conducta de los sujetos sociales, por tanto su ubicación en la derecha (el capital) y la izquierda (el trabajo), en América se presentaban racionalizaciones practico morales sobre la situación de los dominados: los indios, los afro - americanos esclavizados, los mestizos y criollos empobrecidos, etc. Es así que América, que por su proceso histórico respondía a mutaciones políticas derivadas de las luchas independentistas de naturaleza anticolonial, pronto se vio sumergida en conceptos ideo – políticos provenientes de Europa, pero con una esfera de valor lo suficientemente autónoma capaz de generar un marco de pensamiento de enorme pretensión de validez. Es decir, la pretensión de validez adquirió naturaleza estructural en América Latina a través del modernismo nutrido de reflexiones sobre el encuentro político, social y cultural entre dos fenómenos históricos claramente diferenciados: la pretensión dominante de los europeos y la actitud diferenciadora de los latinoamericanos. Pero, en este lapso – a inicios de la década del diez del siglo XX - tendría lugar la revolución mexicana llamada a jugar un papel de enorme trascendencia tanto en los sucesos políticos como en los de naturaleza artística y literaria de América Latina.
En el siglo XX, en particular en el Perú, surgió a fines de la década del diez una tendencia de renovación de la actividad literaria como fue el movimiento Colónida impulsado por Abraham Valdelomar, luego se publicaría el poemario Panoplia lírica de Alberto Hidalgo, Los polirítmos de Juan Parra del Riego, y a inicios de los años veinte saldría a la luz pública acaso el más importante texto vanguardista como fue Trilce (1922) de César Vallejo.
Y en el campo ideo político, en el segundo lustro de los años veinte, se publicarían las más influyentes reflexiones sobre el acontecer latinoamericano como fueron La escena contemporánea (1925), los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) ambos de José Carlos Mariátegui, y Por la emancipación de América Latina (1927) de Víctor Raúl Haya de la Torre. Estas reflexiones tendrían como rasgo común el considerar la situación latinoamericana como un espacio de dominación imperial de parte de los Estados Unidos y, por tanto, se planteaba la organización política que permitiera confrontar a la hegemonía del gran capital y sus aliados para estos fines: las oligarquías de perfil semi - feudal. En 1928 Mariátegui fundaría el Partido Socialista de inspiración marxista y Haya de la Torre haría lo mismo al constituir el Partido Nacionalista Liberador. No es la caso analizar la polémica que sostuvieron Mariátegui y Haya, ni menos abrir proceso sobre la representatividad de ambas organizaciones en la institucionalidad política y social del Perú, tan sólo situamos las orientaciones que permitieron definir el campo de acción de la izquierda dentro de los presupuestos filosóficos concurrentes a la organización de los explotados y marginados en su lucha por una vida acorde a la dignidad humana. Este planteamiento fue, pues, el marxismo con su representación política, el comunismo.
Así, desde esta consideración general veamos la caracterización de la izquierda desde el comportamiento creativo
1. Primera parte: “El arte y la revolución”.
Resulta verdad hipostática el considerar el papel jugado a nivel mundial por el triunfo de la revolución bolchevique de 1917 en la formulación de la teoría y práctica política, así como el de la construcción de una argumentación ética lo suficientemente consistente como para generar la conciencia estética capaz de dotar a la obra de arte de valores de belleza de pretensión universal. Por ello, la conducta de los escritores y artistas latinoamericanos, en líneas generales, se inscribió en vincular su vida y obra al proceso de cambio del capitalismo hacia el socialismo. Tal es el caso de los poetas César Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, entre otros muchos. Veamos el caso de los tres poetas mencionados en calidad de exponentes de la izquierda vinculada a la causa de los obreros y campesinos.
Vallejo, Neruda y Guillén – al igual que otros escritores y artistas en diversos lugares del mundo – tuvieron militancia política en el partido comunista; los tres escribieron poemarios de agudo pensamiento artístico sobre la naturaleza de la pobreza; asimismo, desde una ruptura radical con la estética decimonónica construyeron una poética fundada en el lenguaje de la cotidianidad, donde la palabra se muestra dócil ante los requerimientos del poeta que apunta, en el nivel consciente, a crear un estado de identidad con la causa de los trabajadores y de quienes padecen la miseria.
Estos poetas, pues, ubicados en el camino de la izquierda imaginaron a un ser humano dominado por la ética de la solidaridad y una praxis en la instancia de la fraternidad. Esta condición humana lo conduciría a sustituir la propiedad privada por una de naturaleza colectiva, donde el acceso a los bienes tendría lugar de acuerdo a las capacidades y necesidades del sujeto, con la finalidad de cancelar la lucha de clases y toda forma de violación de la dignidad humana. Así, eliminadas las causas de la infelicidad, el ser humano experimentaría una suerte de purga de la falsa conciencia, por tanto estaría en condiciones de eliminar las fronteras nacionales que separan a los pueblos, suprimiría el dinero, cultivaría el valor de la justicia en niveles nunca soñados, imponiéndose en todos los lugares del mundo la conciencia de la paz. Desde estos presupuestos, el ser humano se dedicaría por entero a celebrar la liturgia de la filosofía, la ciencia, el arte, la cultura en suma, con la finalidad de erigir una nueva civilización afincada en el ágape del amor.
Esta imaginación sobre el nuevo mundo – que los griegos llamaron Arcadia, en el Apocalipsis se denomina la Nueva Jerusalén, Santo Tomás Moro la nombró Utopía, y Marx definió este anhelo como sociedad comunista - a diferencia de los griegos, cristianos y utópicos, se presentaba como una posibilidad real a partir del triunfo de la revolución socialista, conducida por el proletariado en alianza con el campesinado bajo la conducción política del partido comunista. Por ello, en diversos lugares del mundo se veía a escritores y artistas ingresar a la militancia comunista, con la finalidad de prestar su concurso para el logro de tan caro anhelo.
En 1938 murió César Vallejo; en 1973 aconteció lo mismo con Pablo Neruda; y en 1989, Nicolás Guillén. Y, en 1991 dejó de existir la Unión Soviética y todo el sistema creado por ellos en Europa central y oriental, víctima de las contradicciones internas. Pero este acontecimiento histórico, significó, también, el surgimiento de la frustración, el fracaso de los propósitos, el despliegue del nihilismo, el retroceso de las ideas de progreso y el mantenimiento de la falsa conciencia como norma de las relaciones humanas en el más amplio y profundo sentido del concepto.
En 1938 murió César Vallejo; en 1973 aconteció lo mismo con Pablo Neruda; y en 1989, Nicolás Guillén. Y, en 1991 dejó de existir la Unión Soviética y todo el sistema creado por ellos en Europa central y oriental, víctima de las contradicciones internas. Pero este acontecimiento histórico, significó, también, el surgimiento de la frustración, el fracaso de los propósitos, el despliegue del nihilismo, el retroceso de las ideas de progreso y el mantenimiento de la falsa conciencia como norma de las relaciones humanas en el más amplio y profundo sentido del concepto.
2. ¿Es posible hablar de nueva izquierda en la América Latina de hoy?
La proclamación de la victoria del capital sobre el trabajo, ha traído consigo la imposición del concepto “rentabilidad” sobre el de “solidaridad”. Se trata, pues, del capitalismo en su fase neo – liberal impulsado por la transnacionalización de la economía que, asimismo, impone la transnacionalización de la cultura. Esta situación ha creado todo un aparato psíquico lo suficientemente poderoso encargado en modelar la conciencia estética de los pueblos latinoamericanos de acuerdo al paradigma diseñado por quienes interpretan falsamente al mundo. Así, la obra de arte (lo escrito o lo
Así, la obra de arte (lo escrito o lo plástico) se reduce exclusivamente al plano formal, a la cosa en sí, negándose de un plumazo toda una tradición intelectual - tanto en la esfera de la filosofía como de la estética - que reconoce el presupuesto inaugurado por los griegos – que la cultura criolla latinoamericana reconoció como propia, tal es el caso de José Carlos Mariátegui -, que toda obra de arte responde a un complejo entramado socio – cultural y, en consecuencia, se encuentra inmersa en el conflicto de la historia.
Pero, esta situación, y en el plano de la acción práctica, ha significado, también, el desarrollo de un conjunto de medidas orientadas a especular sobre una verdad sin creencias, tal es el caso a lo expuesto por un periodista: “hay que dar lo que le gusta a la gente”. De esta manera, el producto estético – desprovisto de valores culturales – ingresa a la tradición del mercado para ser consumido por una población que se debate dramáticamente viviendo la enfermedad del analfabetismo funcional.
3. Repensar la acción de la izquierda.
La inexistencia de realidades políticas inspiradas en los valores del socialismo a consecuencia del derrumbamiento del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, de ninguna manera significa – en nuestra opinión – que las condiciones que dieron lugar a las revoluciones sociales hayan concluido. Todo lo contrario. Hoy asistimos a una situación peor a la que vivieron los mártires de Chicago de 1886, o las hambrientas masas de campesinos europeos, chinos o latinoamericanos de fines del XIX. Se trata de la destrucción del medio ambiente que está condenando a todos los habitantes del planeta a la extinción. El irreversible cambio climático que estamos experimentando a consecuencia de los humos generados por la gran industria, ha sentenciado, en el caso peruano, la desaparición de la cordillera blanca; o, en otros casos al deshielo paulatino de la zona ártica, o la destrucción de la capa de ozono en la antártica, por citar algunos ejemplos. También se observa el uso de la guerra abierta o encubierta para dar validez a las pretensiones de apropiación de los recursos naturales en diversos lugares del mundo; lo mismo se puede decir respecto a la pobreza: más de1 500 millones de personas han quedado excluidas del progreso y bienestar, en otras palabras a la muerte por hambre. A ello, se suma la extensión a nivel planetario del analfabetismo funcional, donde la reflexión, el análisis sobre tal o cual situación es inexistente; ¿qué decir sobre la imposición de la cultura del hedonismo y sus derivados, por sobre toda forma de sentido humano de la vida? ¿qué decir sobre quienes relativizan los principios del tener vida en abundancia para dar validez a la falsa conciencia sobre sus actos?
El arte y la poesía tienen mucho que decir sobre la figura del ser humano que busca transparentar su conciencia en torno a la vida sobre el planeta, especialmente sobre el sentido y posibilidad de existencia humana en una realidad natural y cultural amenazada por la destrucción que la idolatría al dinero impone. En tal sentido, urge retomar el sentido crítico a la institucionalidad neoliberal en todas sus formas, lo mismo que al culto a toda configuración individualista y el sinónimo egoísta que entraña; hablarle al oyente sobre la monstruosidad que implica el uso de la guerra para satisfacer la rentabilidad de las empresas; construir referencias sobre la naturaleza de la paz como hija de la justicia; devolverle al lenguaje el sentido de la conciencia que la falsa conciencia quiere imponerle. En suma, se trata que el arte y la literatura retornen a sus orígenes que quiere decir a su esencia en su condición de hechos humanos y, como tal, reconocer que la vida y el acontecimiento se encuentran estrechamente unidos, junto a los principios de la intersubjetividad de toda forma de alocución.
Lo expuesto nos plantea, pues, elaborar una racionalidad en torno a la utopía; es decir, volver a pensar en la utopía y construir creativamente todo un plan de acción sobre el sentido histórico de la espiritualidad que busca liberarse de la falsa conciencia. Para ello, es indispensable trabajar sobre un corpus constituido por el pensamiento humanista en los últimos dos mil años, y comunicar con pasión todo aquello que devuelva al ser humano el sentido de la ilusión, en la perspectiva de encontrar relaciones humanas afincadas en la solidaridad, la justicia, la fraternidad, igualdad, etc.
César Vallejo, el máximo poeta peruano, nos dejó el presente mensaje:
Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con que valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no – yo sin dar un grito
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